MATINAL DE LA VIDA POPULAR
Juan Josè Bocaranda E
He
recibido esta mañana una interesantísima misiva:
me
invita en ella la vida a recorrer la vida,
a
sentir sobre los timbales de mis huesos,
contra
mis arroyos arteriales,
el vértigo
de la calle,
del
taller, de la oficina.
La
máquina del mundo ha amanecido hoy
como
un reloj recién aceitado y puesto en marcha.
Me
lanzo a los borbotones de la calle
y
miles de arandelas, volantes y resortes
me
aprisionan y agitan.
Las
cosas y las gentes pasan veloces,
y
sólo puedo mirar los visajes pardos y rojizos del mundo.
El
tiempo me pisa los talones: debo apresurarme
o me
aplasta el mismo movimiento.
Ya
son las seis y treinta
y la
mañana emite una sonrisa
tibia
y esplendente.
El
sol penetra por doquier
y
todo lo arropa en vaho de vida.
La
entraña de la ciudad palpita y se estremece
en
rumores de sísmico epicentro.
Mientras
al otro lado del globo el hombre cierra los párpados,
a
este lado del mundo empieza a desatarse del horcón
el bisonte
del nuevo reloj que ha amanecido.
Todo
revienta en surtidor de ruidos,
vibra
el bullicio y se acrecienta
en
crescendo borroso y disonante,
y
sin embargo hermoso su canto de la vida.
Hoy
los autobuses, barcazas idas a pique,
se
bambolean más repletos que nunca
y
decenas de manos se aferran
a
los nervios de un reloj de gránulos
precisos
y exigentes.
Los
niños sus picos hacen boquear
a
todo grito
pidiendo
lluvias de leche.
Los
buhoneros cuelgan de la percha del sol sus abalorios
en
un rito a la vida y la mañana
simultáneamente
en todas las esquinas,
mientras
los fruteros desenganchan la mañana del árbol
y
van por los caminos repartiendo los
colores
esponjosos
y dulces de la tierra.
El
corazón de las máquinas insiste y bufa.
Todo
se inyecta de rugidos nuevos,
el
pavimento de las calles repercute en miles de pies
que
pasan frente a otros
sacudiéndose
el polvo
y
sin saludos.
Ya
han encendido las fábricas sus pipas
ya
las turbinas giran giros
de
garra indomable y vaporosa
ya
los microscopios cazan mundos
y
los generadores átomos vibrátiles.
Ya
la tabla periódica pugna por ampliar su círculo sonoro,
ya
las algas sudan yodo
y
los altos hornos reduplican vigor por las toberas.
Las
torres petroleras proyectan contra el sol sus esqueletos,
el
balancín hunde la cabeza y bebe caldos negros,
y
sobre el almohadón de las aguas
las
quillas van cortando sal y espumas.
El
campo y la ciudad resuenan en sonoraciones
que
martillan, resoplan y escupen humo y fuego,
como
taller donde la vida se insufla vida
a
cada instante
y el
hombre se construye por dentro
con
los cuatro elementos.
Interesantísima
misiva me ha traído el sol esta mañana.
La
vida me ha hecho recontar la vida,
y
este es mi canto matinal
a
una mañana popular que gira todos los días
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