COMER
O NO COMER. HE AHÍ LA CUESTIÓN.
Juan
Josè Bocaranda E
Que el pueblo coma o no coma.
He ahí la más humana cuestión
que no plantearon
los presocráticos
ni el
sabio inventor del ápeiron
ni asomó con gusto Aristóteles cuando, con aristocrática orondez filosófica, con el estómago muy satisfecho y con el mayor aplomo, filosofaba a pasos lentos por las floridas veredas
ni asomó con gusto Aristóteles cuando, con aristocrática orondez filosófica, con el estómago muy satisfecho y con el mayor aplomo, filosofaba a pasos lentos por las floridas veredas
del
Liceo, cerca del templo del divino Apolo.
Que el pueblo coma o no coma.
He ahí la duda
más
trascendental que la enjundiosa duda
metódica
o la
melódica
armonía
de los astros.
Porque cuando el hambre ataca, ataca sin piedad
Porque cuando el hambre ataca, ataca sin piedad
más
aun que la española cuando besa de verdad.
Y busca con presteza y busca con urgencia, por los caminos de Dios
no la
verdad ontológica ni mucho menos la lógica
sino la verdad
sino la verdad
inmediata
empírica
tangible
urgente
de un buen plato de sopa caliente
sin detenerse
de un buen plato de sopa caliente
sin detenerse
en las
causas eficientes
sino en la causa final
sino en la causa final
que es
matar
a la
que mata pronto
si no
la matan ya.
El
pobre no necesita de primera mano
saber
ni un pico del árbol porfiriano
sino en qué terreno nace, cómo crece, dónde produce
sino en qué terreno nace, cómo crece, dónde produce
la
mata del pan
para
treparse a sus ramas y arrojar bizcochos calientes
a los
filósofos del hambre que abajo claman al cielo
porque
no tienen ni dientes.
No
para saciar el saber como hacen las teorías de las muchas calorías
o de
la sapiencia académica, o de la paciencia endémica, o de la abstinencia
acrobática
o de
la dieta aeróbica o de la iracundia fóbica, ni para saciar el ansia amablemente
teorética
sino
para llenar el hambre
raquítica
famélica
cadavérica
esquelética
afónica
ascética
acídica
agónica
y
otras tantas icas más
que
matan tanto tanto
como
el hambre atrasada.
He ahí
la cuestión
de la
que saben hacer mutis
los
filósofos de aquí
y los sabiondos de allá.