Y LES SONÒ LA HORA…
Por:
Paco Quevedo y Villagorda
EL MAGISTRODONTE
MAGISTRATADO
Estaba
un magistradonte laureado de mala
fama, en un restaurante penumbroso, haciendo lo que mejor sabìa: tragar
viandas a dos carrillos, en contubernio con una obesidad a prueba de pujos, vomitivos
y purgas; y estirar la mano mendicante, que esgrimìa con rotunda desvergüenza de
puñal.
Justamente
se había dado cita con un con-cliente,
a la hora màs sola, para tratar asuntos subrepticios, subliminales, subterráneos y subastantes, que
no podían tratarse en el propio templo de la justicia, no por respeto a ella,
sino por motivos de apariencia y prestigio funcionarial.
-¡Doctor
Zopenco! ¡Doctor Zopenco, no me venga con esa vaina!
-Amigo,
yo hice todo lo posible. Logrè que me nombraran ponente en su caso y elaborè el
proyecto de sentencia favoreciéndolo a usted. Mire. Le entrego una copia de mi
proyecto, pero…
-Pero
¿què?
-Pues
que los otros cuatro magistrados se vendieron a la contraparte, y le dieron la
razón. La mayoría declaró sin lugar el recurso de casación, mi voto quedó solo y usted pierde definitivamente…Ya no hay nada
què hacer…
-¿Y eso
es todo? ¿Y la cuantiosa suma de dinero que le entreguè? …Porque también usted
se vende…
-Hicimos
la operación sin testigos y Usted me entregò el dinero en efectivo, como suele
hacerse últimamente…De manera que no
tiene prueba ni còmo reclamar.
-¡Magistrado!
Usted es un prostiputo con toga…¿Es
eso lo que enseña a sus alumnos en la Universidad? ¿Es eso lo que enseñò a su
hijo inflado, que seguramente huele sus huellas juridicentes?
Ya iba
el mastrodazo a esgrimir excusas y madurar esquinces, cuando le sonò la hora, y
de debajo de las mesas surgieron mil testigos oyentes y escuchantes, y cuarenta
policías, que lo arrastraron hasta el carro, donde lo uncieron a la cola de un
jamelgo, mientras un verdugo lo vapuleaba con plenos poderes democráticos y
otro le colocaba el balandràn al burro.
Y
cuando esto ocurrìa, llegò un diablo bellaco, en moto prepotente, dando
frenazos, botado de humos, fogueando gruesos decires, atropellando a la gente y tocando bocina a los
rebatos, mientras gritaba:
-¡Viene
la Justicia! Està a media cuadra de aquí…Ya viene la payasa,
con bailes de chachachá…