domingo, 25 de octubre de 2015

Y LES SONÒ LA HORA… EL MAGISTRADONTE MAGISTRATADO. Por: Paco Quevedo y Villagorda




Y LES SONÒ LA HORA…

Por:



Paco Quevedo y Villagorda

EL MAGISTRODONTE MAGISTRATADO

Estaba un magistradonte laureado de mala fama, en un restaurante penumbroso, haciendo lo que mejor sabìa: tragar viandas a dos carrillos, en contubernio con una obesidad a prueba de pujos, vomitivos y purgas; y estirar la mano mendicante, que esgrimìa con rotunda desvergüenza de puñal.
Justamente se había dado cita con un con-cliente, a la hora màs sola, para tratar asuntos subrepticios,  subliminales, subterráneos y subastantes, que no podían tratarse en el propio templo de la justicia, no por respeto a ella, sino por motivos de apariencia y prestigio funcionarial.
-¡Doctor Zopenco! ¡Doctor Zopenco, no me venga con esa vaina!
-Amigo, yo hice todo lo posible. Logrè que me nombraran ponente en su caso y elaborè el proyecto de sentencia favoreciéndolo a usted. Mire. Le entrego una copia de mi proyecto, pero…
-Pero ¿què?
-Pues que los otros cuatro magistrados se vendieron a la contraparte, y le dieron la razón. La mayoría declaró sin lugar el recurso de casación, mi voto quedó solo  y usted pierde definitivamente…Ya no hay nada què hacer…
-¿Y eso es todo? ¿Y la cuantiosa suma de dinero que le entreguè? …Porque también usted se vende…
-Hicimos la operación sin testigos y Usted me entregò el dinero en efectivo, como suele hacerse últimamente…De  manera que no tiene prueba ni  còmo reclamar.
-¡Magistrado! Usted es un prostiputo con toga…¿Es eso lo que enseña a sus alumnos en la Universidad? ¿Es eso lo que enseñò a su hijo inflado, que seguramente huele sus huellas juridicentes?
Ya iba el mastrodazo a esgrimir excusas y madurar esquinces, cuando le sonò la hora, y de debajo de las mesas surgieron mil testigos oyentes y escuchantes, y cuarenta policías, que lo arrastraron hasta el carro, donde lo uncieron a la cola de un jamelgo, mientras un verdugo lo vapuleaba con plenos poderes democráticos y otro le colocaba el balandràn al  burro.
Y cuando esto ocurrìa, llegò un diablo bellaco, en moto prepotente, dando frenazos, botado de humos, fogueando gruesos decires,  atropellando a la gente y tocando bocina a los rebatos, mientras gritaba:
-¡Viene la Justicia! Està a media cuadra de aquí…Ya viene  la payasa, con bailes de chachachá

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