viernes, 25 de septiembre de 2015

VANIDADES (3). VIDRIERAS Y PASARELAS Juan Josè Bocaranda E



 
VANIDADES (3). 
VIDRIERAS Y PASARELAS
Juan Josè Bocaranda E
 
Una mujer se inclina
para mirar una vidriera en la avenida,
pero no veo a una dama de piel bruñida
y de colores hermosos,
sino un simple y desnudo esqueleto
con sonrisa permanente y macabra,
(eso sí,
pulcra y coquetamente  vestido a la moda),
que escudriña fijamente los corotos.
El esqueleto al parecer desea
comprar
un mono de tela japonesa,
una gorra frigia,
un traje de luces,
unas sandalias importadas de Ucrania,
unas alfonsinas tejidas en España
y unas licras con flecos,
para disfrazarse eficazmente  los huesos. 
Oronda y elegante, 
una dama ondula, como sierpe ondulosa, 
por la pasarela,
pero  al penetrar con mis rayos sus ropajes
sólo hallo debajo  un esqueleto disfrazado
 de mujer bella
que pasea con sonrisa descarnada,
 permanente y macabra,
exhibiendo una estopilla de colores,
concebida
por Versace,
Petra La Kotuffa
o Pompilio Catalá.
Y quienes contemplan aquel andamio
de huesos contoneantes,
con aparente seriedad,
sonríen íntimamente
con la sonrisa que les presta la muerte.
Cuando veo al magistrado
 orondo de vanidad,
que se juzga dueño de vidas y fortunas
sólo veo a un flaquísimo esqueleto
que dice administrar justicia,
pero yo sé, y ustedes también,
que por debajo de la piel hirsuta,
el muy hijo de su madre
se ríe a mandíbula hilarante
de la propia justicia.
 Cuando veo al doctor, al entomólogo, 
al astronauta, al  ricachón, al político,
 al especialista en numismática,
a la doctora cual y tal y pim y pam,
no veo sino esqueletos sonrientes
que se ríen los unos de los otros,
y que ingenuamente
juran que esto es vida
cuando en realidad es muerte.
 

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