VANIDADES (4)
COREOGRAFÍA DE LOS ESQUELETOS
Juan Josè Bocaranda E
Cuando, con mi silenciosa sonrisa en calavera,
presencio un espectáculo
de luces y colores
a cuyo resplandor danzan como actores
hombres y mujeres
duchos en contorsión y movimientos,
sólo veo,
inevitablemente,
un conjunto de esqueletos
que danzan en coreografía macabra
con la muerte.
Y qué decir de los señores de la orquesta
que no son sino esqueletos musicales
que martillan con sus huesos los timbales
y con las uñas sostienen los violines
mientras las calaveras pasan su trabajo
para poder rasgar los bajos
y hacer que vibren los clarines.
En cuanto al director de orquesta,
es un esqueleto más
que, presto, agitado y sudoroso,
bate
con garbo y donosura la batuta
mientras los músicos le siguen
con carcajadas silenciosas
riéndose de las brazadas portentosas.
En fin y al cabo,
el director que bufa,
los músicos que agitan,
el bailarín que suda,
el público que aplaude y grita,
la bailarina inquieta
que menea con persistencia y arte
la hermosa vasija donde hierve el chocolate,
todos son esqueletos,
todos son calaveras,
que ríen de gozo por dentro
y disimulan por fuera.
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