jueves, 15 de enero de 2015

FLOR DEL CAMPO. Juan Josè Bocaranda E


FLOR DEL CAMPO
Juan Josè Bocaranda E

Cuando el sol ya mostraba
en retirada,
por encima de las jorobas
de los cerros,
sus canas blancas del alto
atardecer,
conocí a una niña de nueve años
que se llamaba Flor.
Parecía que hubiese convocado
al rostro
los colores
más hermosos del campo
y era realmente una flor,
nacida allí,
en una morada
humilde como el nido de la codorniz
escondida entre rocas y matas
de  guayabos, trinitarias y  naranjos
y en medio de neblinas
y de esteras y chamarras
vegetales
de los más diversos colores.

Era tierna, ágil  y alegre
como una “chupita” de los Andes
como uno de aquellos colibrí
a los que tanto atraía la bondad de sus padres
también flores humildes del campo.

Era buena,  transparente y pura
y en su corazón anidaban
la sensibilidad y la inocencia.

Pero una mañana un pájaro
torvo
llegó sorpresivamente
al postigo de su cuarto,
arrebató la alegría
y dio muerte a una flor.

Desde entonces la tristeza
invadió el campo
y tarde a tarde
fue inundando de colores grises
los colores alegres y vivos
que sintetizaba Flor.

Hoy la zona toda es un desierto.
Hasta los pájaros tuvieron
que mudar a otros campos
sus nidos y sus cantos,
desde que  les falta Flor.

De vez en cuando sólo rompe
quedamente el silencio
el llanto de dos ancianos
que tomados de la mano
van a visitar la tumba
donde descansa su hija Flor.
Rezan en silencio,
y religiosamente
colocan en un cántaro de barro
un ramo de siemprevivas violeta,
para atenuar la tristeza
y celebrar que aquella hermosa Flor
en realidad no está muerta.



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