jueves, 13 de agosto de 2015

EL DETESTABLE VICIO DE COMER Juan Josè Bocaranda E




EL DETESTABLE VICIO DE COMER
Juan Josè Bocaranda E


Ya voy para cuatro días
  sin enviarle mensajes a mi estómago.
Mi estómago  es muy paciente y resignado,
 pero no vive de cuentos
 y por ello reclama lo suyo donde sea,
aun cuando me encuentre en reunión
de altas finanzas
en el penthouse con mis colegas.
Mi estómago es tolerante en otras cosas,
pero cuando se trata de comer
 no admite excusas.

Ya voy para cuatro días sin enviarle mensajes
 a mi estómago, antes paciente y resignado.
Antes se conformaba
 con ocasionales telegramas o con cartas extraviadas
que por fin llegaban.
Antes se conformaba
 con recados que me le llevaba a pasos lentos
 algún amigo hambriento como yo.
Antes se conformaba
con golpecitos de cariño y de consuelo
que yo le endilgaba
 por las noches
mientras maldecía  los sueños
durmiendo  con las ratas en algún basurero.
Antes se conformaba
con discursos  doctorales,
 con las fiestas patronales,
 con censos ocasionales,
 con promesas quinquenales,
 con el consuelo de las leyes sociales,
 con las caritativas homilías dominicales.
Pero, ahora, no.
 Ya no sé qué hacer.
Me aconsejan que lo dé en adopción
a una dama  caritativa, viuda y rica.
Tal vez le tome cariño y hasta lo mande
 a una escuela para perros,
 donde lo amaestren y le enseñen a vencer
 el  detestable vicio de comer.

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