EL DETESTABLE VICIO DE COMER
Juan Josè Bocaranda E
Ya voy para cuatro días
sin enviarle mensajes a mi estómago.
Mi estómago es muy paciente y resignado,
pero no vive de cuentos
y
por ello reclama lo suyo donde sea,
aun cuando me encuentre en reunión
de altas finanzas
en el penthouse con mis colegas.
Mi estómago es tolerante en otras cosas,
pero cuando se trata de comer
no admite excusas.
Ya voy para cuatro días sin enviarle
mensajes
a
mi estómago, antes paciente y resignado.
Antes se conformaba
con ocasionales telegramas o con cartas
extraviadas
que por fin llegaban.
Antes se conformaba
con recados que me le llevaba a pasos lentos
algún amigo hambriento como yo.
Antes se conformaba
con golpecitos de cariño y de consuelo
que yo le endilgaba
por las noches
mientras maldecía los sueños
durmiendo con las ratas en algún basurero.
Antes se conformaba
con discursos doctorales,
con
las fiestas patronales,
con censos ocasionales,
con promesas quinquenales,
con el consuelo de las leyes sociales,
con las caritativas homilías dominicales.
Pero, ahora, no.
Ya no sé qué hacer.
Me aconsejan que lo dé en adopción
a una dama caritativa, viuda y rica.
Tal vez le tome cariño y hasta lo mande
a
una escuela para perros,
donde lo amaestren y le enseñen a vencer
el
detestable vicio de comer.
0 comentarios:
Publicar un comentario